Dignidad humana en el mundo contemporáneo
Irmã Martha Lucía Ovalle Pinzón,EP
Continuación del post anterior
Hernán Mora comenta: “Como en la Época Pre-Moderna se hace un elogio de las capacidades humanas pero, esta vez, deduciendo de éstas mismas la dignidad del hombre, sin acudir a ningún parentesco religioso”1.
Debido a esta separación del hombre y Dios, surge el debate secular en el que la persona misma o terceros deciden el momento de terminar con la existencia en casos “especiales”. Se podría pensar que se le da a la vida un valor mensurable si se compara con otra. En este sentido, defendiendo la eutanasia, Iribarren2, en un artículo de la revista Derecho a morir dignamente, se refiere al pensamiento de Kant, afirmando que la dignidad del ser humano consiste en ser considerado como un fin en sí mismo. Ésta idea de dignidad, para él, va íntimamente unida al deseo de libertad y autonomía del ser humano y, por lo tanto, al desarrollo de aquellos valores que pertenecen a lo más íntimo del hombre.
De un sistema de homogeneidad de valores hemos pasado a otro en el que la pluralidad y la lucha por la misma han ocupado el primer lugar, con la disculpa de respetar la opinión de los demás, pues todos tenemos la razón en algo. Como ejemplo de un concepto de respeto, valorando la dignidad humana, el Doctor Mejía afirma: “El respeto comporta no el distanciamiento de las otras personas por temor a ofenderlas o hacerles daño, sino el asumir la dignidad propia que esa persona posee independientemente de su edad, sexo, condición social, raza o cultura”3.
El ser humano no dejará de ser digno por muy pobre, viejo o enfermo que se encuentre. Siempre será hombre y siempre será digno. Cada vida es única por tener su origen y raíz en la bondad de Dios, ya que por voluntad propia quiso infundirla en múltiples seres de la tierra. El mismo Mejía añade que: “el hombre actual teniendo a sus pies los atributos de Dios en la tecnología, el desarrollo de las ciencias y el florecimiento de una civilización opulenta, es capaz de enfrentar a Dios y de querer manipularlo”4. Pretende igualarse al punto de querer ser como Él, decidiendo así en diferentes realidades temporales que no le competen, como el momento de dar término a una vida humana.
En cuanto a la dignidad humana, la fundación para el Derecho a Morir Dignamente pone el concepto en el debate de cuál es su verdadera escala de medición, llegando a la conclusión de que cada cual tiene la suya, ya que cada ser dependiendo de las circunstancias construye y reconstruye sus bases morales, éticas y religiosas, conduciendo a un evidente relativismo. En contraposición a esta postura, se resalta el hecho de que todos los seres humanos tienen la capacidad de diferenciar entre el bien y el mal; “es una manifestación de lo que llamamos ley natural, es decir, la ley que Dios fija a través de la naturaleza y de la razón (…) esta es universal, la reconocieron y reconocen los griegos, romanos, los hindúes, judíos o musulmanes”5. En España los adversarios de la eutanasia sostienen el siguiente argumento frente a lo planteado por Derecho a morir dignamente: “Cualquiera que sea la situación física o psíquica en la que se encuentre la persona, ésta conserva su dignidad, la cual no es susceptible de grados: no podemos ni perderla ni ganarla, incrementarla o disminuirla, ni está sujeta a la calidad de vida, por lo que no varía por la enfermedad o el sufrimiento, la malformación o la demencia”6.
A causa de un relativismo en las ideas y costumbres que se extienden por el mundo actual, el hombre ha encontrado el punto exacto de no culpabilidad de los actos, tan solo se ampara en la múltiple posibilidad de verdades que pueden existir en el universo que representa la mente de cada ser humano y las circunstancias en que este se inscribe, llegando finalmente al relativismo ético que a su vez afirma que “no hay verdades absolutas, ni bien o mal que no sean relativos7”. En contraposición Santo Tomás afirma: “Toda ley puesta por los hombres tiene razón de ley cuando deriva de la ley natural. Por el contrario, si contradicen en cualquier cosa la ley natural no será ley sino corrupción de la ley8”. Al respecto, el Papa Benedicto XVI 9 afirma que cuando están en juego las exigencias fundamentales de la dignidad de la persona, de su vida y los derechos primordiales, ninguna ley hecha por los hombres puede trastocar la norma escrita por el Creador; así la ley natural es la garantía de la persona para vivir libre, respetada y protegida de toda manipulación ideológica.
Hernán Mora9 hace una referencia al pensamiento de Juan Pablo II, que por su parte afirma que la dignidad del ser humano no es un fundamento materialista, ni biológico; ésta se inicia al aceptar que tanto hombre como mujer son seres creados a imagen y semejanza de Dios; en esa realidad que es ontológica se cifra la dignidad humana.
En medio de esta bella concepción de dignidad, el uso de la libertad se manifiesta en la elección concreta incluso de su último fin – Dios –, el cual, aunque ya sea determinado por la naturaleza, el hombre con su capacidad de raciocinio, puede o no aceptarlo; de esta forma marca la distancia que separa al hombre de las formas y las existencias inferiores y funda el clarísimo indicio de la condición personal del ser humano dentro del mundo, el cual determina su realidad y en consecuencia su dignidad. Siendo esta capacidad exclusiva para el hombre, “la vida humana es el fundamento de todos los bienes, la fuente y condición necesaria de toda actividad y convivencia social”10.
Con relación a la eutanasia, en nombre de la dignidad como fundamento filosófico que apela a la libertad y a la autodeterminación, un peticionante puede pedir la muerte de acuerdo a las condiciones que éste considera indignas para sí: estado terminal, alteraciones neurológicas severas, entre otros.
Para G. Herranz11 hay dos nociones de dignidad, que definen la posición desde las dos orillas de la discusión; los que están en contra y a favor de la eutanasia. En una se proclama la dignidad impalpable de toda la vida humana, incluso a la hora de la muerte. Se puede decir que esta dignidad se extiende hasta después del trance de la misma, pues el cadáver, aunque ya sin vida, fue hombre y nos recuerda la dignidad de la persona que existió. Es por esto que se tiene la costumbre de homenajear de alguna forma, según cada creencia, a aquel que dejó una huella histórica en el existir. Retomando la opinión de Herranz, todas las vidas humanas, en toda la duración, tienen una dignidad intrínseca, objetiva, en la misma dimensión. Quienes están a favor de la eutanasia afirman que la vida es un don, que tiene una reconocida dignidad, pero que ésta es desigual en todos los seres humanos, y que en cada uno puede sufrir variaciones con el pasar del tiempo, pudiendo aminorarse hasta llegar a desaparecer. Esto depende de la calidad de la vida, pues, si se viera afectada de manera crítica, la persona humana deja de ser digna, pues su vida ya no es vida.
En el ámbito de la bioética – que es literalmente la ética de la vida –, el respeto de la vida puede considerarse como su principio y su fin último, ya que desde Hipócrates la defensa de la misma ha sido la razón de ser de aquel que ejerce la medicina: “juro… que no daré a nadie un veneno, aunque me lo pida, ni tomaré iniciativa de cualquier sugerencia en este sentido (…)”12. La razón de ser de este imperativo es comprensible si se tiene en cuenta que para una persona la vida es el valor fundamental y depende de éste que se lleven a cabo todos los demás.
Sobre el valor de la vida el Doctor Andorno afirma que:
(…) la vida física es el valor supremo de la persona. Su cuerpo es parte constitutiva de su ser-en-el-mundo. Es gracias a su cuerpo que ella vive en el espacio y en el tiempo. Por ello, ella tiene el deber de conservarlo, es decir, de cuidar su salud y al mismo tiempo de respetar el de los demás. El respeto de la vida es, en efecto, el primer imperativo ético del hombre para consigo mismo y con los demás13.
La vida, el acto de existir, le brinda al ser humano la posibilidad de hacer uso de sus potencialidades y tomar decisiones; he aquí el uso de la libertad. Dicha existencia, aunque está determinada por factores intrínsecos y extrínsecos, debe en todos los casos buscar la supervivencia y el bienestar dentro de las posibilidades, hablando en un plano natural – sin olvidar el plano sobrenatural.
Es por esto que optar por una posición a favor de acabar con la vida puede ser un acto inhumano e indigno.
1 PELÈ, Antonio. Una aproximación al concepto de dignidad humana. [En línea]. [Consulta: 13 Jul., 2009].
2 IRIBARREN, Sebastián. Dios mío ¿por qué me has abandonado? En: Revista Derecho a Morir Dignamente. Madrid. No. 49 MEJÍA, Op. Cit., p. 32.
3 Ibid., p. 26.
4 MARTINEZ SAEZ, Santiago. Relativismo ético. En: Persona y Bioética. Chía. Vol. 12, No. 1. (Ene. – Jun., 2008); p. 33.
5 LAFRANCONI, María Lucía. Dignidad, eutanasia y derechos humanos. [En línea]. [Consulta: 18 May., 2009].
6 MARTÍNEZ SAEZ, Op. Cit., p. 33.
7 SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma de Teología. I-II, c. 95, a. 2.
8 BENEDICTO XVI. El progreso depende del respeto a la ley moral. En: Revista Heraldos del Evangelio. Bogotá. No. 52. (Nov., 2007); p. 45.
9 MORA CALVO, Op Cit., p. 90.
10 JUAN PABLO II. Declaración “Iura et Bona”, sobre la eutanasia. En: El don de la vida. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1996. p. 401.
11 HERRANZ, Gonzalo. La metamorfosis del activismo pro eutanasia. En: Persona y Bioética. Chía. Vol. 8, No. 22. (May. – Ago., 2004); Citado por SERRANO RUIZ-CALDERÓN, José M. La eutanasia y su regulación. En: TOMÁS Y GARRIDO, Gloria María y POSTIGO SOLANO, María Elena. Bioética personalista: ciencia y controversias. Madrid: Internacionales Universitarias, 2007. p. 404.
12 HIPÓCRATES. Juramento [En línea]. [Consulta: 22 May., 2009].
13 ANDORNO, Roberto. Bioética y dignidad de la persona. Madrid: Tecnos, 1998. p. 37.
muy bonito e interesante la informacion
Me quedo con esto:
Tomar la decisión de tener un hijo es trascendental.
Se trata de decidir que tu corazón caminará siempre fuera de tu cuerpo – Elisabeth stone 🙂 Gracias por el post!